Una de las maneras más fáciles de empezar es ajustando la iluminación. En lugar de una luz blanca y fuerte, es mejor optar por lámparas suaves, bombillas cálidas o velas. La luz adecuada transforma el ambiente y ayuda a relajar cuerpo y mente. También los aromas influyen en nuestro estado de ánimo. Una rodaja de limón en agua caliente, aceites esenciales como lavanda o canela, o simplemente el olor del té recién hecho pueden aportar tranquilidad al instante.
El sonido también tiene su papel. Música suave, el silencio o incluso el sonido de la lluvia al fondo ayudan a desconectar. Tomarse un momento para disfrutar de una bebida caliente —ya sea té verde, café con leche o un chocolate caliente cremoso— es una forma sencilla de volver al presente. Y por último, el tacto: una manta suave, unos calcetines abrigados o tu jersey favorito pueden aportar sensación de seguridad y confort al instante.
Sentirse bien en casa no depende del clima ni de la estación del año. Es una elección consciente que empieza por lo más simple: los pequeños gestos en el lugar donde estamos.