En primer lugar, destaca el sueño de calidad. Aplicaciones que monitorizan los ciclos de sueño, iluminación especial que favorece la producción de melatonina o el sencillo hábito del “atardecer digital”, donde se deja el teléfono una hora antes de dormir, son pasos pequeños pero efectivos. Cada vez más, el sueño se percibe no como un lujo, sino como una base esencial para la salud.
También está creciendo la popularidad de los ejercicios de respiración y la práctica de mindfulness. Pequeñas pausas durante el día, en las que se concentra únicamente en la respiración, reducen el estrés y mejoran la concentración. No es casualidad que las aplicaciones de meditación estén entre las más descargadas del mundo.
Otra tendencia en auge es la valoración de rituales y de la desaceleración. La gente aprende a encontrar placer en los pequeños momentos cotidianos: preparar el café de la mañana con plena atención, dar paseos regulares en la naturaleza o desconectarse conscientemente del flujo constante de información.
Paralelamente, se observa un aumento del enfoque en movimientos holísticos. En lugar de centrarse en el rendimiento o en contar calorías, se practica yoga, pilates, tai chi o simplemente estiramientos durante el día. El movimiento deja de ser solo una cuestión de condición física y se convierte también en un camino hacia la paz interior.
La nueva ola de wellbeing muestra que el camino hacia el bienestar no tiene por qué ser complicado ni caro. A veces, basta con escuchar al cuerpo, hacer una pausa y volver a lo natural. En un mundo a menudo acelerado y sobrecargado, la simplicidad y el cuidado consciente de uno mismo pueden ser el mayor lujo de todos.